Fuegos artificiales, avisos de neón
Y ahí está esa frase del escultor inglés Henry Moore: “Nunca veas una superficie, excepto como un volumen.” Así, sin anestesia. No necesitan conocer el trabajo de Moore para darse cuenta de que esa es una verdad que va mucho más allá de su escultura, una idea que es posible aplicar a casi cualquier cosa. A la música y al vino, por ejemplo, lo que me lleva a Radiohead y a una canción en particular: Videotape.
La canción está incluida en In Rainbows, de 2007. Thom Yorke, vocalista de la banda, ha dicho en muchas ocasiones que esta canción lo mueve. “Personalmente, creo que es lo mejor que, como banda, hemos hecho. Tiene esa inexpresiva substancia que sucede detrás de la canción. Estoy profundamente orgullloso de ella.” Le confidenció Yorke a la revista New Musical Express, días antes de que In Rainbows se publicara.
Cuando uno escucha esa frase, sobre todo en el contexto de una banda que en 2007 ya hacía rato que había demostrado estar muy por encima de su pares gracias a obras imprescindibles como OK Computer, Amnesiac o Hail of Thief, no queda sino que asombrarse. ¿Es que de verdad Yorke hablaba en serio?
En la superficie de Moore, Videotape es una balada simple y melancólica, con una base de cuatro tonos al piano; una canción preciosa, lenta, muy lenta, y mínima. Gracias al canal de youtube de Warren Lain, un músico y profesor basado en Los Angeles -y, además, fan de Radiohead- es que me entero de lo que sucede realmente aquí.
Lain lo que dice es que tras esa suerte de marcha fúnebre, tras esa canción triste y mínima en sus recursos que es Videotape, subyace otra cosa, algo completamente distinto. Y, como muestra, Lain recurre a teorías musicales que están muy por fuera de mi alcance, pero también a videos que muestran como una canción que parece ser una canción, es en realidad otra. Y no sólo distinta, sino que opuesta.
En uno de esos videos (Véanlo aquí), Yorke está sentado al piano. La canción comienza y lo que se escucha es eso: cuatro notas. Sin embargo, Yorke mueve la cabeza llevando un ritmo radicalmente contradictorio a lo que sale del piano. Su cabeza se agita diez veces más rapido que el de esas cuatro notas. Es como si su mente estuviera en otro lugar, en otro universo mucho más frenético.
La clave es el hi-hat de Phil Selway, el baterista de la banda, que marca el ritmo de una cancíon que, más que en un funeral, debiera estar en un concierto rave. Pero ese hi-hat es un sonido secundario, casi oculto. La teoría de Moore, el iceberg de Hemingway (“describe solo la punta del iceberg; lo importante no debe escribirse, sino que traslucirse”), el volumen, lo que da densidad, lo no evidente, lo que, finalmente, importa, no se ve aquí, aunque se intuye en ese hi-hat.
Para los fans, el video del que hablo es aquel grabado en el 93 Feet East, un club en Londres, y en donde Yorke no puede entrar en ritmo, se equivoca y pide el hi-hat de Selway para orientarse. “A temporary loss of comunnication” dice, a modo de disculpa.
Cuando comencé a escribir de vinos, hacia mediados de los años 90, las botellas que comenzaban a aparecer en el mercado eran todo lo opuesto a lo que Radiohead pretendería años más tarde con Videotape. Tintos (sobre todo tintos) evidentes, mostrando todo de una vez; vinos en donde no había que pensar ni imaginar nada. Todo estaba allí, a la vista.
Nada en ellos se intuía, todo se mostraba: súper madurez, súper concentración, toneladas de madera. Pero me gustaban esos vinos. Y me gustaban porque, básicamente, eran el camino más fácil que una persona como yo -con cero conocimientos del tema- podía tomar. Todo estaba allí, a la vista; todos los colores, las texturas, las formas. Fuegos artificiales, avisos de neón. Imposible perderse en el camino.
Pero a medida que uno se va metiendo en este tema del vino, o en cualquier tema que requiera cierta atención, va aprendiendo a apreciar ciertas cosas que puede que vayan un poco más allá del mero efectismo. Por ejemplo, si realmente me gusta el cine y me pongo a ver películas como loco -y, además, tengo un cierto nivel de sensibilidad, por supuesto- me voy a encontrar con que ya las bombas y las persecuciones automovilísticas por calles congestionadas no me entretienen tanto como al comienzo y que lo obvio, cuando me lo lanzan en la cara una y otra vez, termina por aburrir.
Afortunadamente, no tuvieron que pasar muchos años tras mi comienzo en el vino para encontrarme con una nueva generación de productores que comenó a evitar el efecto y a buscar la sutileza. Muchos de los mejores malbec hoy en Argentina, muchos de los mejores cabernet sauvignon de Chile, muchos de los mejores tannat de Uruguay, comenzaron -quizas sin saberlo- respondiendo a esa idea de mostrar algo, pero también de esconder algo; mostrar sólo la punta de la pirámide, economizar en los recursos; la superficie como puente, como una invitación, como una sutil señal.
Gracias a Youtube, he visto muchas versiones en vivo de Videotape. Mi favorita es la que la banda dio en 2007, en el Saitama Arena (Véanlo aquí), unos 30 kilómetros al norte de Tokio. Minuto 51:05. Vean cómo se mueve Jonny Greenwood mientras le da al sintetizador, mientras Yorke apenas toca cuatro notas en su piano. ¿Es que le pica algo a Greenwood que se mueve tan rápido?